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Los momentos fulgurantes pueden anidar en cualquier parte, a cualquier hora y bajo cualquier circunstancia. Cuando se manifiestan, la alegría y el placer emergen de manera imprevista, y la realidad, por muy oscura que sea, resplandece durante un ins... Seguir leyendo
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Los momentos fulgurantes pueden anidar en cualquier parte, a cualquier hora y bajo cualquier circunstancia. Cuando se manifiestan, la alegría y el placer emergen de manera imprevista, y la realidad, por muy oscura que sea, resplandece durante un instante. La música, en sus polifacéticas formas, también es capaz de desencadenar episodios memorables y actuar como catalizador de sentimientos profundos. Puede elevar nuestro estado de ánimo, proporcionarnos una vía para expresar y procesar las emociones, hacer que fortalezcamos nuestras relaciones de pertenencia con el mundo que nos rodea y, entre otras muchas cosas, ofrecer experiencias que nos permitan establecer una conexión genuina con nuestro propio ser. Wanda Landowska vive uno de esos momentos fulgurantes interpretando a Scarlatti al clave, en medio de un estruendo de cañonazos antiaéreos. Erik Satie protagoniza otro trabajando en la composición de su nueva obra en un café cerca del cementerio de Montparnasse, mientras alterna cantidades industriales de cerveza con tragos de aguardiente. Albert Einstein, en su casa, cada una de las veces que