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«El extenso bosque en el que se encontraba la casa tenía una atmósfera llena de vida. Por la parte sur, rodeada de pinos y robles, ascendía una colina cubierta de musgo y, al este, se vislumbraban senderos misteriosos por entre los arbustos de ar... Seguir leyendo
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«El extenso bosque en el que se encontraba la casa tenía una atmósfera llena de vida. Por la parte sur, rodeada de pinos y robles, ascendía una colina cubierta de musgo y, al este, se vislumbraban senderos misteriosos por entre los arbustos de arándanos. Al norte, el campo lindaba abruptamente con terrenos públicos y tenía de fondo un estrecho de aguas relucientes. No había ningún límite vallado, de forma que todo era privado y abierto al mismo tiempo.» En Las finas paredes de la vida Nina Burton vuelca sus memorias sobre el tiempo que pasó renovando una cabaña en el campo sueco, y todas las especies que encontró durante su estadía. ¿Sabías que hay más hormigas en total que la cantidad de segundos que han pasado desde el Big Bang? ¿Y que en relación a su tamaño, sus ciudades hormigueros pueden ser más grandes que Londres y Nueva York? ¿O que el instinto migratorio de un ave es tan fuerte que una cigüeña herida una vez escapó de su cautiverio y fue encontrada seis semanas después de haber caminado 150 kilómetros, siguiendo a pie la ruta migratoria de sus parientes? Lo que comienza con una renovación de la cabaña se convierte rápidamente en una exploración de la naturaleza, la vida y la filosofía, en la que Nina Burton revela la vida interior y los hábitos hasta ahora desconocidos de los animales con los que comparte sus días. En las paredes, en el techo y en el suelo, en el terreno que rodea la cabaña, sus encuentros con hormigas, abejas, zorros, ardillas, mirlos, tejones, pájaros carpinteros y corzos conducen a la autora, con una curiosidad contagiosa, a reflexionar sobre su papel en este mundo y sobre el misterio de la vida.