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¡Estamos en guerra! Pero tranquilos, es cultural. ¿Por qué esa canción que tanto te gusta te ha convertido, de la noche a la mañana, en un enemigo de los derechos humanos? ¿Por qué esa película intrascendente con la que te reías te hace cóm... Seguir leyendo
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¡Estamos en guerra! Pero tranquilos, es cultural. ¿Por qué esa canción que tanto te gusta te ha convertido, de la noche a la mañana, en un enemigo de los derechos humanos? ¿Por qué esa película intrascendente con la que te reías te hace cómplice de la violación? ¿Y qué hay de esos autores a los que prestaste atención sin preocuparte por la forma en la que trataban a sus mascotas? La cultura, que había sido una constructora de puentes, parece hoy un territorio sembrado de trincheras y minas antipersona. Una suerte de paranoia colectiva ha tamizado el conocimiento: la famosa «batalla cultural», que emprenden con entusiasmo totalitario izquierdas y derechas, activistas y poderes públicos. En semejantes circunstancias, conviene dar un paso atrás y lanzar una mirada irónica sobre los frentes de batalla, con la suficiente distancia como para evitar el apasionamiento y bastante cercanía como para no caer en el cinismo nihilista. A esta tarea invita el ensayo que tienes en las manos.