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Cuando Màrius Carol empezó en el periodismo en la vieja redacción de El Noticiero Universal, el humo del tabaco nublaba los ojos, el tecleo de las máquinas de escribir (y del teletipo) martillaba el cerebro y los montones de papeles impedían v... Seguir leyendo
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Cuando Màrius Carol empezó en el periodismo en la vieja redacción de El Noticiero Universal, el humo del tabaco nublaba los ojos, el tecleo de las máquinas de escribir (y del teletipo) martillaba el cerebro y los montones de papeles impedían ver el rostro del periodista de la mesa de enfrente. Hoy las redacciones son limpias, silenciosas y están despareciendo los papeles de las mesas. Es más, durante el confi namiento, ni siquiera había periodistas y el diario no faltó ni un solo día a su cita con los lectores. El periodismo no es lo que era. Pero el hecho de ser distinto no lo hace menos necesario. Al contrario, como decía la campaña de publicidad de Th e New York Times tras el triunfo de Donal Trump, en nuestros días la verdad es más necesaria que nunca.. En las páginas de este libro, el lector encontrará historias del periodismo. O para ser más precisos, vivencias de los periodistas, a los que el autor, con cariño, llama la canallesca. Así, el lector conocerá cómo un subdirector toreaba con un ejemplar desplegado de El Ciero una Olivetti sobre el carro de ruedas con la que embestía el jefe d