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Desde sus orígenes, el feminismo ha insistido en la importancia del relato íntimo o, más concretamente, en la necesidad de concebir nuevos relatos donde lo personal y lo político, lo cotidiano y lo histórico se religuen y cambien nuestra visión... Seguir leyendo
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Desde sus orígenes, el feminismo ha insistido en la importancia del relato íntimo o, más concretamente, en la necesidad de concebir nuevos relatos donde lo personal y lo político, lo cotidiano y lo histórico se religuen y cambien nuestra visión de la sociedad y de la lucha necesaria para su transformación. Partiendo de esta premisa, Irene articula la escritura de este libro lúcido y valiente a partir de la vida de su tatarabuela Hilaria, de modo que lo que podría parecer un ejercicio de recuperación de la memoria familiar se desdobla y, ya desde las primeras páginas, se convierte, también, en un manifiesto, una reflexión y una invocación para pensar y armar los movimientos feministas contemporáneos. Así, descubrimos que Hilaria fue una proletaria vasca, una mujer fuerte que quedó muy pronto viuda y crio sola a sus hijos. Tuvo que confrontar la tragedia política y el caos social de la España de los años treinta, pero nada de todo lo vivido (incluida su atroz encarcelación) mermó su entusiasmo ilimitado por la vida y su deseo indomable de construir un mundo mejor. Por supuesto, el ejemplo de Hilaria es una inspiración necesaria para nuestro tiempo, pues cada día resulta más urgente llamar a las cosas por su nombre: el feminismo liberal de aquellas que se contentan con tener una jefa, una presidenta del Gobierno y una extensa colección de juguetes sexuales no es más que una maniobra de distracción. En este sentido, todo feminismo que defiende el capital es un feminismo contra las mujeres, pues el capitalismo es el responsable último de su opresión. Por lo tanto, debemos perder el miedo a criticarlo, pues la sororidad no puede ser incondicional. No queremos un feminismo que reivindique la igualdad en el seno de un sistema basado en la explotación. Hoy más que nunca, con el auge general de todo tipo de autoritarismos, necesitamos volver al feminismo de Hilaria: un feminismo popular y radical, a un tiempo antifascista y anticapitalista.