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ESPERANDO A MONTGOMERY nos permite, por un lado, rememorar una literatura que cabría definir como literatura de la espera , donde sobresalen obras capitales como Esperando a Godot, El desierto de los tártaros o El coronel no tiene quien le escriba.... Seguir leyendo
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ESPERANDO A MONTGOMERY nos permite, por un lado, rememorar una literatura que cabría definir como literatura de la espera , donde sobresalen obras capitales como Esperando a Godot, El desierto de los tártaros o El coronel no tiene quien le escriba.
Pues bien, en su nueva novela, Fonseca nos mantiene divertidamente expectantes ante la demorada llegada de una ilusión: un figurado director de cine llamado Montgomery.
Por otra parte, y en un alarde de imaginación, la novela periplo fantástico, tras los pasos del espectro de Edgard Allan Poe, que a la postre no es más que el espectáculo ofrecido por la médium norteamericana Lizzie Doten en el teatro Filarmónica nos presenta la fantasiosa existencia de un grupo de inventados personajes que representan a los miles y miles que, habiendo sido llamados para formar parte de una novela o un cuento, quedaron relegados al olvido por descarte del escritor que los había pergeñado.
A éstos, Fonseca los denomina personajes nonatos , y en torno a ellos el autor crea una historia de mágicas consecuencias.
Para nuestra sorpresa, entre esos desechados encontraremos al irrelevante personaje de Bioy Casares llamado, precisamente, Fernandito Fonseca, con lo que el autor pasa a formar parte igualmente de tan peculiar elenco. Toda una pirueta literaria, tan
sorprendente como divertida, de amenísima lectura servida con el estilo inconfundible de Fernando Fonseca.