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El desarrollo de la industria petrolera en España, a partir de 1900, revela una trayectoria apasionante, inseparable de los cambios políticos, económicos y sociales que atravesó el país. A pesar de no contar con reservas petrolíferas y de un co... Seguir leyendo
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El desarrollo de la industria petrolera en España, a partir de 1900, revela una trayectoria apasionante, inseparable de los cambios políticos, económicos y sociales que atravesó el país. A pesar de no contar con reservas petrolíferas y de un consumo secundario, las primeras iniciativas surgieron en España coincidiendo con el despegue económico del país y con la preeminencia del petróleo como recurso energético mundial. Por un lado, de la mano del sector privado, con la entrada de multinacionales como la filial Vacuum Oil y la Royal Dutch-Shell, a través de la Sociedad Petrolífera Española, o en colaboración con las españolas Compraflet, Babel y Nervión; y por otro, de las iniciativas nacionales, guiadas por los empresarios Juan March, Horacio Echevarrieta y Demetrio Carceller, figuras tan señeras como controvertidas. Los tres cobrarán relevancia a partir de 1927, cuando el ministro de Hacienda José Calvo Sotelo fijó para la industria petrolera un monopolio fiscal por el cual el Estado se aseguraba el abastecimiento mediante el control total o parcial del sector. Se creó así el Monopolio de Petróleos, que limitó a una única compañía, CAMPSA, su distribución e importación, con la excepción de CEPSA, en Canarias. Su larguísima existencia se prolongó hasta su completa desaparición en 1997, a causa de las exigencias para la entrada en España en la Comunidad Económica Europea, y de sus cenizas surgirá REPSOL, una empresa moderna y competitiva. Esta es la historia que narra este libro, la de las relaciones entre energía y política, incluyendo la industria petroquímica y gasística, a través de sus protagonistas.