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Estamos tan acostumbrados a vivir en ella, que la casa se da por sobreentendida, como el respirar o el comer, asegura David Felipe Arranz, responsable del prólogo de este «formidable ensayo» de Amelia Pérez de Villar. Para la autora, la casa como... Seguir leyendo
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Estamos tan acostumbrados a vivir en ella, que la casa se da por sobreentendida, como el respirar o el comer, asegura David Felipe Arranz, responsable del prólogo de este «formidable ensayo» de Amelia Pérez de Villar. Para la autora, la casa como elemento físico, puramente arquitectónico, con un origen claro gracias a la arqueología y a la etnografía, supone un paso adelante en la historia de la humanidad, y ha llegado a alcanzar un significado filosófico, moral, incluso lingüístico.