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El viaje que nos propone Eva Palomo en este poemario es un recorrido en cuatro sucesivas etapas, en las que iremos descubriendo su poesía junto al misterio de su lenguaje, escuchando la música que compone su acento y la precisión de la palabra que... Seguir leyendo
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El viaje que nos propone Eva Palomo en este poemario es un recorrido en cuatro sucesivas etapas, en las que iremos descubriendo su poesía junto al misterio de su lenguaje, escuchando la música que compone su acento y la precisión de la palabra que busca su hueco en cada uno de sus poemas.Y es allí, en ese lugar, en donde Eva encuentra «las huellas jeroglíficas de voz propia» al adentrarse en el lenguaje de los manantiales, de las cuevas o de un bosque tan real como imaginario «donde serpentean las hojas tiernas como el temblor de la lechuza», y donde «la camelia se rinde a la humedad en nombre del sacrificio». El mismo bosque que sirvió de inspiración a Robert L. Stevenson para escribir La isla del tesoro, y que ahora habla con Eva del musgo y de la turba, del brezo y del muérdago, de las «libélulas de escarcha», de los cuentos del lago... y «viajando en duermevela entre cáscaras de nuez», como si sus palabras contuvieran la magia de un sortilegio, nos traslada hasta La gruta de Fingal, hasta La rueda de Lul, hasta «esa herida que antecede a los ritos» de «aquel paraíso arrebatado...».Pilar García Orgaz