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La filosofía no debe ser una rutina académica, sino un arte de vivir, y todo arte de vivir comporta un arte de morir. Según Costica Bradatan, la filosofía no debe ser una rutina académica, sino un arte de vivir, y todo arte de vivir comporta ... Seguir leyendo
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La filosofía no debe ser una rutina académica, sino un arte de vivir, y todo arte de vivir comporta un arte de morir. Según Costica Bradatan, la filosofía no debe ser una rutina académica, sino un arte de vivir, y todo arte de vivir comporta un arte de morir. El autor repasa en este libro pionero las circunstancias de una galería de personajes (Sócrates, Hipatia, Tomás Moro, Giordano Bruno y Jan Patoka) que murieron por defender sus ideas en un momento decisivo. A algunos se los juzgó y condenó por no aceptar las reglas del poder establecido. Otros murieron dilapidados por la multitud enfurecida (Hipatia) o a raíz de los interrogatorios de la policía (Patoka). Bradatan repasa asimismo a algunos pensadores (Montaigne, Heidegger, Simone Weil) que reflexionaron sobre la muerte y la condición humana. Por otro lado, no es lo mismo morir por una idea filosófica que morir por una causa religiosa, lo que nos obliga a observar a los mártires cristianos y a los terroristas suicidas. Además, el mártir está condicionado por su vocación y su muerte acaba siendo tanto una consecuencia de sus ideas como una puesta en escena de su propia posteridad. Bradatan insinúa el aspecto teatral por todas partes, y la sección final de este ensayo no tiene desperdicio, porque ¿qué hay detrás de la decisión de defender las propias ideas hasta la muerte? ¿Es valentía, honradez, lavado de cerebro, locura o simple ambición?