Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
Me ejercité en la egolatría. Lo llamaba interés por el saber. Al final de mi vida, hago recuento de amaneceres. Tan poca cosa fueron los sentimientos albergados, las teorías defendidas, los actos realizados, la voluntad que los guiara, tan poca c... Seguir leyendo
info
Me ejercité en la egolatría. Lo llamaba interés por el saber. Al final de mi vida, hago recuento de amaneceres. Tan poca cosa fueron los sentimientos albergados, las teorías defendidas, los actos realizados, la voluntad que los guiara, tan poca cosa. Una habitación pequeña, austera. Apenas lo necesario. Tras la ventana, un árbol cuyas ramas se agitan con el viento. Toda la dicha que puedo anhelar en este mundo cabe entre este árbol y mis ojos. Esa paz. Y el rayo de sol que traza un rectángulo de luz sobre el algodón de la cortina. La mujer de pie no es un tratado, tampoco es una ficción. Es una invitación a la escucha. Una historia contada en tres registros diferentes. Una historia en busca de argumento. Una reflexión sobre la enfermedad, el fragmento, la discontinuidad de la percepción y la ilusoria creencia en un yo que le diese sentido a la existencia.