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Una ciudad, una calle y personajes como los que nos cruzamos cada día, que se dejan llevar por la vida, de casa a la oficina y de la oficina a casa, desde que nacen hasta que mueren. Gente corriente que está ahí, pero ni siquiera la vemos. Lo úni... Seguir leyendo
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Una ciudad, una calle y personajes como los que nos cruzamos cada día, que se dejan llevar por la vida, de casa a la oficina y de la oficina a casa, desde que nacen hasta que mueren. Gente corriente que está ahí, pero ni siquiera la vemos. Lo único que importa es que hagan lo que se espera de ellos sin hacer mucho ruido. Pero, entre esta gente de a pie, los hay que parecen seguir disfrutando de la vida. Les gusta lo suficiente como para buscarle un sentido: encontrar la felicidad. Son pequeños revolucionarios, silenciosos y pacíficos. La gente corriente tiene vidas corrientes, tan ordinarias que tendemos a ignorarlas. Sin embargo, ellos mismos quieren contárnoslas. Lo cotidiano nunca deja de sorprendernos.